Una Vida Sin Visión Se Apaga, Pero con Cristo Todo Cobra Sentido
La vida, por sí sola, puede convertirse en una rutina sin rumbo. Nos levantamos, trabajamos, cumplimos con nuestras obligaciones y repetimos el ciclo una y otra vez. Para muchos, esto se traduce en vivir por inercia, como si simplemente se dejara pasar el tiempo sin una verdadera razón para existir. Es en ese estado donde el alma comienza a apagarse.
La falta de visión espiritual no solo afecta nuestras decisiones, sino también el sentido de propósito que le damos a cada día. Vivir sin saber hacia dónde vamos ni por qué estamos aquí puede ser una de las formas más silenciosas de desesperanza.
Pero todo cambia cuando Cristo entra en la historia de tu vida.
Cuando Él te revela Su propósito, todo comienza a alinearse. Tus dones cobran sentido. Tus heridas encuentran redención. Tus pasos dejan de ser erráticos, porque ahora caminas guiado por una visión eterna. No se trata de éxito humano, reconocimiento o logros terrenales. Se trata de saber que tu vida tiene un llamado, y que ese llamado viene del Creador.
“Donde no hay visión, el pueblo perece” – Proverbios 29:18.
Cristo no solo te salva, te direcciona. Él no solo te ama, te llama. Y cuando entiendes lo que Él espera de ti —cuando descubres el propósito que ha diseñado exclusivamente para tu existencia— entonces todo cambia.
Ya no vives por cumplir, vives para obedecer. Ya no existes por costumbre, vives por convicción. Tus días ya no son una secuencia vacía de eventos, sino parte de una misión eterna.
¿Cómo descubrir esa visión?
-
Busca a Dios en oración: La visión nace en intimidad con Él.
-
Sumérgete en Su Palabra: En ella encontrarás dirección, corrección y claridad.
-
Escucha al Espíritu Santo: Él habla en lo profundo del corazón obediente.
-
Actúa con fe: La visión sin pasos concretos es solo una idea. Vive lo que crees.